Diseño Edificio El Crisol

Contradicciones y utopías. Una respuesta al arquitecto Andrés Fernández.

M.Sc. Alejandro Bonilla Castro y Arq. Nancy Reyes Sevilla

La pérdida del arte urbano y con ello, de la memoria colectiva de nuestra sociedad es un acto que debe preocuparnos, pero más que todo, que nos impulse a cambiar las condiciones que hacen eso posible. A razón de la desaparición desafortunada e irreversible del mural creado por el arquitecto y artista costarricense Rafael “Felo” García en el edificio El Crisol, el arquitecto Andrés Fernández,  publicó una crítica titulada “Los responsables de la destrucción del mural de Felo García” (La Nación, “Opinión”, 07/03/2018) en el que señala una serie de actores institucionales como los artífices de la desaparición de esta obra de arte. El contenido de la misma aboga por un compromiso más serio de estos actores en la protección del patrimonio y a la vez, en la creación de un inventario de obras públicas, la activa protección del patrimonio moderno y por último, un compromiso municipal a la hora de fiscalizar las obras que se ejecutan en edificios patrimoniales y aquellos que, aunque no gocen de esa condición, sean de interés público reconocerlos como hitos sociales y urbanos.

 

Responsabilidades compartidas. Entre los actores mencionados por Fernández, se encuentra el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio de Costa Rica (CICOP-CR), el cual es una asociación sin fines de lucro que tiene actividad en nuestro país desde el 2012. Desde ese año, el CICOP-CR se ha comprometido, primordialmente, en la creación de espacios de difusión y apropiación cultural del patrimonio en actividades diversas, entre las que podemos señalar la exposición “San José a través del lente de Gómez Miralles”, las mesas de discusión gratuitas llamadas “Enfoques”, realizadas en conjunto con el Centro  Cultural Británico, los circuitos de turismo cultural realizados durante los Art City Tours (que han incluido desde obras de teatro urbano realizadas en conjunto con el Teatro Agosto, hasta actividades de apropiación en el Paseo de los Estudiantes, barrios Amón y Otoya), exposiciones museográficas en las ExpoHistoria del 2015 y el 2016, charlas dirigidas a empresarios turísticos, entre otras. Todas estas actividades y su financiamiento, ha dependido del compromiso de sus miembros a lo largo de todos estos años. La memoria colectiva del Paseo de los Estudiantes ha sido de gran interés para nosotros, ya que muchas de estas actividades se han elaborado en pos de difundir y popularizar la historia de resistencia que plantaron las y los estudiantes, docentes, artesanos y obreros a la dictadura de Federico Tinoco Granados (1917-1919), memoria que le dio forma a este espacio y que ahora se encuentra subordinada por la impronta kitsch del Barrio Chino.

 

Contradicciones. Ciertamente, el hecho de que Fernández apele al CICOP-CR como una asociación que duplica al ICOMOS, es una seña de su desconocimiento sobre nuestra labor, que si bien modesta, ha sido reconocida por innumerables ciudadanos que han participado en nuestras actividades a lo largo de estos seis años. Es contradictorio además que Fernández se preocupe ahora por el patrimonio del Paseo de los Estudiantes, cuando su apoyo al proyecto del Barrio Chino fue público, el cual se ha caracterizado por su deficiente diseño urbano y porque no le ha sido posible integrar un matiz diverso de expresiones culturales y sociales que toman lugar en ese espacio. Los lotes baldíos, los espacios arquitectónicos decadentes y ahora que una sección del bulevar haya sido habilitado para el transporte para “atraer más usuarios”, son muestras de esa deficiencia. La vivencia social del espacio, se reduce a ciertos días del año en los que tienen lugar festivales gastronómicos, musicales o actividades que conmemoran la cultura china o la religiosidad cristiana. El resto del tiempo el Paseo de los Estudiantes usualmente es un “no lugar”, un paseo sin vida o en agonía constante. La pérdida del mural de “Felo” García viene aparejado a este proyecto, el cual de haber sido planificado adecuadamente, hubiera dispuesto de las herramientas para visibilizarlo y a la vez. sensibilizar a transeúntes y propietarios sobre su significado social y artístico.

 

Difusión. Por lo tanto, que Fernández realice su crítica desde afuera, no es de recibo, ya que al haber apoyado públicamente un proyecto “urbano” que no favoreció a la preservación del patrimonio del Paseo de los Estudiantes, forma parte de esos actores responsables. Dicho esto, su propuesta para que exista un mayor compromiso respecto a la protección del patrimonio es vital, pero deben señalarse otros elementos igualmente importantes. Un inventario es necesario, ciertamente. Pero, ¿quién hace ese inventario? ¿Debe ser una institución, o la ciudadanía? ¿Quién lo difunde? ¿Quién lo actualiza? En nuestra opinión, debe ser un trabajo en conjunto entre estos actores. Como lo establece la UNESCO para las expresiones candidatas al Patrimonio Cultural Inmaterial, un inventario es tan solo el primer paso para conocer los valores y los significados sociales que tiene una expresión cultural en la sociedad que la creó. Esta herramienta, debe ser acompañada por actores institucionales, pero realizada por aquellos que son portadores o participantes de ese patrimonio apelando, por tanto, a una participación activa de la ciudadanía  (los vecinos del Paseo, en nuestro caso) que es dueña de esa memoria. Debe ser actualizada por ella, ya que es quien la usa, la conoce y la vigila. Su difusión depende de la ayuda de asociaciones e instituciones que democraticen el conocimiento del inventario y por último, que sea soporte a políticas públicas locales y nacionales que permitan gestionar ese patrimonio. Un inventario por sí solo, no aporta en nada a la protección patrimonial sino es acompañado por estas otras acciones.

Acción “desde abajo”. Proteger una obra de “Felo” García debe ser motivada más allá del discurso de su contribución académica o artística. Es claramente el primer paso y es una responsabilidad incuestionable de nuestra sociedad, ante tan prolífico artista. Pero en los artículos que se han escrito sobre este episodio, ninguno ha abordado el significado social de este mural. Por ejemplo, ¿por qué esta arquitectura de estilo internacional debe formar parte de nuestro patrimonio construido? ¿Por qué este mural se incorporó en la obra del arquitecto? ¿Cuáles fueron los valores que motivaron su creación? ¿Qué filosofía hay detrás de esa obra o del mismo diseño del edificio? Los valores, significados o representaciones, nunca pasan de moda, si estas son reconocidas por la ciudadanía. Pueden ser reapropiadas constantemente, si existe una ciudadanía activa en el proceso de reconocer esos valores y en su gestión. Solo así, comprendiendo dichos valores lograremos visibilizarlos; y de este modo preservaremos el patrimonio cultural.

 

*Sobre los autores:

Alejandro Bonilla, Máster en Historia y docente de la Universidad de Costa Rica. Expresidente del CICOP Costa Rica.

Nancy Reyes, Arquitecta graduada de la Universidad de Costa Rica. Miembro integrante del CICOP Costa Rica.